viernes, 15 de abril de 2016

El hombre que conoció el infinito


Matemática y física son claves culturales imprescindibles del siglo XXI. Lo fueron en el siglo XX, pero algo -sociológico quizás- decidió para ellas, con visión elitista, una separación del ciudadano medio. Ese algo hizo que al siglo le diera por pensar que serían temas de poco o nulo interés, que solo unos cuantos rezagados pondrían sus ojos en productos de esta naturaleza, aspirantes a obras de arte.

El inicio de este siglo se muestra más prometedor al respecto. Ya Hawking y Turing recibieron lo suyo, con el suficiente mérito para estar en la tribuna de los óscares; al primero con La teoría de todo y al segundo con Código Enigma, película que en inglés se conoció como The imitation game (debo decir que es uno de los pocos casos en que el título en español respeta más el argumento de la película que el título original). Ahora le toca nada más y nada menos que al extraordinario Srinivasa Ramanujan, con El hombre que conoció el infinito, del director Matthew Brown. Veo a Dev Patel (Slumdog millionaire, El mejor exótico Hotel Marigold) en este trailer y no se me ocurre que se pudiera haber hecho otra elección; la composición fotográfica muestra el científico a la izquierda y el actor a la derecha.

Para entender un poco las motivaciones de esta película y -tal como corresponde a una cinta histórica- comentar algunas cosas de su posible argumento (por supuesto, yo no he visto la película... la esperaré con impaciencia), quiero poner a continuación la transcripción de un micro radial que este servidor escribió tres años atrás. Lamento no disponer del audio del micro pues hubiera colocado un enlace para él. No obstante he de aclarar que el texto que sigue tiene algunos añadidos respecto al original, necesariamente breve para ajustarse a los cinco minutos del micro.

SRINIVASA RAMANUJAN
Gotfried Hardy, en la foto a la derecha (representado por Jeremy Irons en la película), fue uno de los matemáticos más importantes del siglo XX. No obstante, interrogado acerca de la trascendencia de su obra, afirmó que una de las pocas cosas buenas que había hecho en su vida fue trabajar al lado de Srinivasa Ramanujan. ¿Cómo se hizo este Ramanujan acreedor a tan grande reconocimiento? Pues bien, nuestro personaje fue un hindú que murió en 1920, a la prematura edad de 32 años. Pero también su talento matemático fue prematuro.

Siendo un adolescente que crecía en una pequeña población, alejada de los grandes centros culturales de la época, ignoraba el movimiento matemático del momento. Sin embargo, en la escuela secundaria aprendió a resolver la ecuación de tercer grado mediante la fórmula habitual. Al no conseguir en ninguna parte la solución de la de cuarto grado, emprendió la búsqueda por sí mismo hasta que llegó a ella lo que, por supuesto, lo animó a buscar una fórmula para la de quinto grado. No tuvo éxito. De hecho, no podía tenerlo. Algunos años atrás Abel y Galois habían demostrado la imposibilidad de encontrar tal fórmula que, ellos mismos, alguna vez habían buscado también infructuosamente.

Pero la epifanía matemática de Ramanujan vendría con el descubrimiento de un pequeño librito: la Sinopsis de resultados elementales de matemática pura de Carr. Es a partir de esta lectura que nuestro héroe hindú, descubre el mundo de las sumas, productos y fracciones infinitas a las que su particular talento añadiría tantas notas armoniosas.

Su extraordinario genio hubiera quedado en un resguardo casi provincial si no fuera por la afortunada decisión de enviar una carta a Hardy, matemático inglés que trabajaba en su misma rama de conocimientos. Hardy reconoció el tesoro y lo llevó a su lado, creando una de las más fructíferas uniones intelectuales que la ciencia haya conocido jamás.

Ramanujan fue toda su vida un hombre de salud delicada, a lo que se añadía el uso de esquemas muy restringidos de alimentación, producto de su formación religiosa. Esto acabó con su vida muy pronto, pero aún en su lecho de enfermo produjo una anécdota matemática muy popular en el medio, tanto que casi podría llamarse "la anécdota 1729".

Una tarde que Hardy le visitaba éste le hizo notar a Ramanujan (quizás para animar a un enfermo terminal) que la placa del taxi que lo había transportado le parecía insípida y Ramanujan lo interrogó acerca del número. La respuesta fue 1729. Con un brillo inusitado en sus ojos de enfermo, Ramanujan contestó: No es insípido: es el menor número expresable como suma de dos cubos de dos maneras distintas. En esta respuesta, aunque no lo parezca hay dos afirmaciones matemáticas importantes; una es relativamente sencilla: 1729 es igual a 1728+1, pero 1728 es el cubo de 12  y 1 es su propio cubo; además 1729 también es igual a 1000 (que es el cubo de 10) más 729 (que es el cubo de 9). La otra afirmación exige algo de esfuerzo matemático: es el menor número que tiene esta propiedad. Pero este esfuerzo posiblemente es algo que no todo enfermo terminal esté dispuesto a dar.