miércoles, 21 de octubre de 2009

"Los perros de paja" de Sam Peckinpah

Los sonidos de campanas de una iglesia cercana se mezclan con el barullo de unos niños que juegan alegremente en una plaza, aunque uno de ellos está sentado ensimismado, ajeno al parloteo de sus congéneres. Así, con esa placidez, comienza una de las películas que en la historia del cine debe estar en el top ten de las más violentas: "Los perros de paja" de Sam Peckinpah.


Nada raro en Peckinpah esta aparente contradicción; un par de años antes "La pandilla salvaje" comenzaba con un juego infantil posterior a la entrada en pantalla de los jinetes que serán el centro de la escena. Sin embargo, hay algo premonitorio en su juego: se trata del cruel sacrificio de dos escorpiones introducidos por los niños dentro de un hormiguero. Los primeros planos de sus rostros complacidos ante el sufrimiento de los insectos parecen decir al espectador que aquí está el germen de las impactantes escenas que verá en las dos horas siguientes.

Sin embargo, en "Los perros de paja" el juego infantil es solo un juego infantil; los niños tienen un lugar importante en el universo de Peckinpah. La escena de su juego se interrumpe por los pezones turgentes de Amy (Susan George) que elevan el relieve de su suave suéter, comandando una pequeña procesión que terminan una núbil niña (con serios deseos de mostrar que ya tiene encantos femeniles) y su hermano; ambos cargan un juguete para adultos que, armado, es de alta peligrosidad: una trampa para cazadores furtivos, regalo de cumpleaños de Amy para su esposo, el matemático David Summer (Dustin Hoffman) quien, en busca de paz para sus profundas investigaciones acerca del espacio sideral, ha dejado sus violentos Estados Unidos -enfrascados en la guerra de Vietnam, en la que no quiso participar- para disfrutar de la paz del pueblo natal de Amy situado en algún rincón no identificado de la lejana Inglaterra.

Pero la tranquilidad del lugar es aparente, como tendrá oportunidad de ver David apenas intente comprar su primer paquete de cigarrillos (americanos, por supuesto). Y no solo descubre el carácter subrepticio de la violencia, sino también su atavismo pues comienza nada menos que con un acto de un patriarca familiar: viejo dipsómano ofendido por no recibir su última pinta de cerveza al cierre del bar, quien descarga su ira sobre el dependiente.

A partir de aquí comienza la cadena de la violencia, a veces explícita, a veces velada. Un pobre gato es víctima propiciatoria; se trata del gato de Amy. (Por cierto, los animales aparecen con frecuencia en este papel en el universo peckinpahiano.) Por un lado, es víctima de la violencia del propio David, quien lo detesta y acosa con frecuencia lanzándole todo tipo de objetos a su paso. Finalmente, la banda malandril que David contrató para la reparación de su garage, lo ejecuta terriblemente para demostrarle al timorato matemático el poder que tienen para penetrar en su territorio.


En esta película Peckinpah juega a la ambigüedad moral, en particular con el personaje de Amy, lo que le ganó el calificativo de misógino, lanzado algunas veces con particular acritud. Lo cierto es que Amy nos confunde: no terminamos de entender ni su incomodidad ni su inconformidad, que la llevan a un exhibicionismo cuya sensualidad admite pocas comparaciones, pero que algunos espectadores críticos han identificado como el pretexto perfecto de Peckinpah para justificar una violación de la cual, en apariencia, la propia Amy se hace cómplice. "¡Despacio!" ("Easy!") es una frase tan enigmática en la película como la media sonrisa de la Monalisa de Leonardo.

"Los perros de paja" es un film sin concesiones para el espectador. La violencia está allí y tiene sus desencadenantes, no se trata de una decisión moral del director, es la presentación de un hecho objetivo. En teoría, David Summer es un pacífico -casi timorato- investigador científico; pero tenemos razones para pensar que hay una violencia soterrada en él: el acoso al minino, la discusión teológica con el reverendo (una escena memorable, como pocas). Por eso, no estoy de acuerdo con la interpretación que hace de David una fiera en defensa de sus derechos ante el acoso al que es sometido. No... la fiera ya existía agazapada, lo que necesitaba era una oportunidad para salir a escena.

Finalmente, la larga coda de violencia destatada por la decisión de David de proteger en su casa a un minusválido -asesino inconsciente de una niña- es una secuencia de imágenes impactantes sin precedentes hasta la fecha, solo igualada ese mismo año de 1971, por las alucinantes escenas de "La naranja mecánica" de Stanley Kubrick. Ambas películas fueron acusadas por la opinión pública del cargo de exaltación de la violencia; cargo absolutamente injusto. Sin embargo, se las puede considerar como precursoras de un género en el cual destacarían maestros como Quentin Tarantino.

"Los perros de paja" es una película que difícilmente un espectador pueda ver sin tomar partido. Hay quienes la adoran (mi caso particular) y quienes la detestan, pero será muy raro encontrar posiciones intermedias o, incluso, tibias. Para ver algunos comentarios pueden explorarse ésta, ésta, ésta y ésta. Para leer una crítica de alguién que no le concede ningún mérito podemos navegar por aquí.

Para el año próximo se espera un remake de "Los perros de paja" a cargo del director Rod Lurie, con James Marsden como David Summer y Kate Bosworth como Amy. A juzgar por los comentarios que se leen en IMDB no parece que será bienvenida por los conocedores de la original; incluso alguien se pregunta: "¿Puede mejorarse una obra maestra? ¿Alguien se atrevería con 'La naranja mecánica'?". Vienen a la mente los ejemplos de "Psicosis" de Gus van Sant, "Lolita" de Adrian Lyne y "El planeta de los simios" de Tim Burton. ¡Hay gente que se atreve a todo!

2 comentarios:

  1. daniel felipe rivero camacaro22 de marzo de 2010, 0:13

    verga douglas en primer lugar gracias por hacerme ver esta pelicula y si algo se puede añadir a este comentario tuyo es hablar de la sonrisa de david despues de haber desatado toda su violencia. al parecer, hay romantico y placentero en la violencia de todos (incluso en la de los mas pacificos)
    por otro lado nunca te he preguntado por que tanta adoracion a la naranja mecanica, la he visto varias veces y me parece excelente pero de kubrick hay tantas peliculas tan buenas que no se que decirte pero a mi me gusta mucho mas el resplandor, la chaqueta metalica y por supuesto barry lyndon.

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  2. Buenas noches Douglas, al igual que Daniel me alegra haber disfrutado de esta obra maestra, por cierto Me llamó mucho la atención el tono burlón con el que Penkimpah trataba a los personajes, incluso ver como se jugaban entre ellos, y montaban triciclos en medio del terrible desborde de violencia, pienso que al igual que en el caso de la naranja mecánica, esto tiene un importante sustrato histórico y social.
    La última conversación de David con el personaje cuya actuación derivó en una de las escenas mas violentas que he visto, "yo tampoco se cómo regresar a casa", pienso que fué el momento en que el matemático se percata de la ambigüedad de su relación con su no menos ambigüa esposa. Excelente película!.

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