Así que ‒lamentablemente para ella‒ a Sophie Germain le tocó nacer en el seno de una familia típica de clase media, cuyo jefe ‒el padre de Sophie‒ era un banquero que, para colmo de males, podía presumir de una vasta cultura apoyada en una rica y variada biblioteca familiar.
Las turbulencias políticas de 1789 llevaron a los padres de la
treceañera a recluirla, sin conseguir mejor sitio para ella que la
biblioteca, en donde una infinita curiosidad no sospechada se paseó
página tras página en la maraña ingente de volúmenes, hasta
encontrar la Historia de las matemáticas de Montucla, en
donde tropezó con la biografía de Arquímedes, texto que marcó
definitivamente su destino. Si un hombre ‒pensó‒
puede morir por reclamar tiempo para demostrar un teorema, la
matemática debe ser un estudio al que valga la pena dedicar la vida.¡Dura decisión! Su primera gran barrera fue la resistencia familiar que llegó a extremos de vejación con encierros en cuartos obscuros, en los que la joven improvisaba peligrosas velas para proveerse de una mínima iluminación que le permitiera estampar sus ideas por variados y primitivos medios, productos de su ingenio y del hambre de reflexión.
Vencida la resistencia familiar, la emprendió contra la resistencia social y usurpando un nombre masculino ‒el de Monsieur Leblanc‒ se matricula fraudulentamente en la Escuela Politécnica (reservada para hombres) y accede, por correspondencia, a matemáticos de la talla de Lagrange y Gauss, quienes se sorprenden de la profundidad de concepto de su interlocutor; sorpresa que se magnifica cuando se enteran de que se trata de una interlocutora.
Sophie Germain, motivada por el Último Teorema de Fermat, hizo
grandes aportes a la teoría de números. Pero también la física
recibió beneficios de su enorme talento, sobre todo en teoría de la
elasticidad, de la cual fue fundadora y uno de sus trabajos en este
campo le valió el premio de la Academia de Ciencias Francesa, a
pesar de repetidos esfuerzos masculinos por regateárselo. Para
manifestar su protesta, terminó rechazando el premio que peleó en
tres oportunidades.Por su trabajo en elasticidad, el nombre de Sophie Germain debería figurar en la lista de científicos que muestra orgullosa la Torre Eiffel para agradecer su propia construcción. Pero no es así. Su destino fue con ella tan cruel como el cáncer de mamas que la llevó a la tumba a la prematura edad de 55 años.
(Un artículo algo más extenso con mi propia firma lo pueden conseguir en este enlace.)

Fuste!
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