domingo, 11 de marzo de 2012

La piel que habito, Almodóvar

Lo primero que me llama la atención de La piel que habito es ver a Almodóvar ensayando ciencia-ficción pero, como es de esperarse, con todos los elementos almodovarianos: relaciones humanas bizarras, estética deslumbrante, la naturalidad de las conductas abyectas, el humor negro (en este caso, mezclado además con cinema noir), el receptor de TV como intruso interviniente y cualquier otra que se me haya pasado por alto en esta lista.

Hay un detalle que no he leído en las críticas a la película con las que me he topado, incluso del mismo Almodóvar en la página web de la propia película. Me refiero a la venganza como hecho refinado. El tema no es nuevo, quizá su mejor representante es aquella monumental obra de Alexander Dumas , El conde de Montecristo.

Lo cierto es que la venganza, como primer impulso, ante pérdidas irreparables producidas por voluntad ajena está perfectamente justificada. Pero se supone que el cauce de la venganza es la justicia, lo que ha hecho necesario una institucionalización de esta última; la justicia pasa a ser entonces la vindicta pública, la vindicación (forma de venganza) institucional de hechos reprobables, en beneficio parcial de la víctima y disuasión de posible victimarios futuros. Lamentablemente, los mecanismos de la justicia no siempre nos convencen y, además, hay muchas cosas de las que somos víctimas que no se pueden alegar ante ella. Imaginemos a Edmundo Dantes solicitando justicia ante una acusación falsa de un supuesto amigo que solo quería meterlo en la cárcel para aprovecharse de la mujer que Dantes amaba.

Negada la justicia -por ineficiencia o desconfianza- queda a la víctima la venganza personal. Pero esto amerita una preparación, lo que significa la entrada de la víctima en los predios del crimen. El saldo no puede ser otro que el enfrentamiento a un dictamen de conciencia: ¿qué vale más: la deuda del victimario con la víctima o la propia paz de la víctima en torno al hecho ético?

En La piel que habito, el Dr. Robert Ledgard (interpretado por un Antonio Banderas inmenso en el papel de científico psicópata), procede a una venganza respecto a un hecho cuya factura es imputable en parte a sí mismo: su hija muere desde el mismo instante en que contempla a su madre vuelta un despojo humano. Pero Ledgard no está dispuesto a admitir que la conservación del despojo humano era un acto de suprema crueldad. No. Confiaba demasiado en su habilidad científica; estaba seguro de que tendría tiempo de reconvertir al despojo hasta la recuperación completa de su dignidad.

Todo esto hace demasiado refinada su venganza: por eso es ciencia ficción. Pero la exterminación de alguien a quien odio, por la vía de convertirlo físicamente en alguien a quien amo con profundidad no puede venir -ni siquiera para un psicópata- sin una intensa y demoledora carga ética. Banderas demostró su magia actoral al comunicarnos su confusión, en particular en los momentos de ternura con su objeto de deseo, metamorfosis de un antiguo objeto de odio.

Lo que no podía cambiar Ledgard era la conciencia de su propia víctima y, por supuesto, su propia sensación de despojo. Quizás era previsible, pero la agudeza del doctor no llegó a tanto y cayó en su propia trampa. Almodóvar dice que "el final es lo más parecido a un final feliz". No quisiera estar en los zapatos de los que tuvieran que vivir las consecuencias de tal final feliz.

4 comentarios:

  1. Desde que me enteré de su estreno, ansiaba verla hasta que la conseguí en dvd y no dudé en llevármela. La vi y hasta entonces nunca antes me había despertado interés alguno el género ciencia-ficción, pero sobretodo, nunca imaginé apreciarlo de ésta forma almodovariana (a pesar de que obviamente conocía su tendencia). Sin duda, me tomó por sorpresa, hipnotizada por la sublime estética permanecí varios días pensando en ella y discutía precisamente su incursión en un género que por lo general asociamos (porque así nos la han presentado) con extraterrestres, viajes interplanetarios o alteraciones de la realidad a escala fantástica, que en este caso se rompen rotundamente y nos distancian de esa concepción. Paradójicamente, del mismo modo "fantástico" logra con maestría -a mi manera de ver- construir una realidad tan orgánicamente abyecta que perturba toda noción de vinculación con la ciencia-ficción a priori.

    Posteriormente la vi en la gran pantalla y salí de la sala profundamente emocionada, supongo que mi estado era similar al que podría sentir un coleccionista de historietas de marvel que va por primera vez al estreno de la película de superhéroe favorito. Creo que no exagero, tampoco quisiera permanecer en los zapatos de Vera para experimentar ese final "feliz" pero creo que semejante atrocidad. en la que estoy de acuerdo en que conlleva una carga ética de peso, sólo podría revertirse con la experimentación por parte del espectador de algo cercano a la felicidad que menciona Almodóvar y que probablemente, sólo él sea capaz de lograr en el cine.

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  2. Bonitas tus reflexiones, Jhoy. Gracias por participar. Siempre bienvenida.

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    1. interesante análisis de la película, no la he visto, pero me has creado la curiosidad por disfrutarla, he visto otras de Almodovar y me parece en gran direcctor( ganador del Oscar), en cuanto la consiga la veo.

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  3. interesante análisis de la película, no la he visto, pero me has creado la curiosidad por disfrutarla, he visto otras de Almodovar y me parece en gran direcctor( ganador del Oscar), en cuanto la consiga la veo.

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