Por extraño que pueda parecerte, lector, el asno (o burro) ‒ese
manso y noble animal que ha pasado cruelmente a ser representación
de estupidez‒ ha
encontrado cupo histórico en el texto de matemática más famoso que
se haya escrito: los Elementos de Euclides. Al menos dos
proposiciones o teoremas de este conspicuo volumen de geometría
‒integrado por trece
libros‒ han colocado al
asno en papel protagonista.
La primera de ellas es la proposición quinta del primer libro. A lo
mejor, los lectores ajenos a la matemática recuerdan que un triángulo isósceles es todo
aquel que tiene dos lados iguales y que, además, al tercer lado se le llama base
del triángulo; pues bien, la proposición en cuestión dice que los
dos ángulos de la base son iguales. A esta proposición se le conoce
con el nombre de pons asinorum, latinismo que significa puente
de los asnos.
La razón de tal nombre no está clara. Algunos dicen que las cuatro
primeras proposiciones del libro son de fácil demostración y es con
ésta con la que comienzan las dificultades, de manera que ella
separa los que van a aprender de aquellos a quienes les está vedado
el conocimiento. Otros, sin embargo, son menos clasistas y afirman
que el nombre proviene de la figura usada por Euclides para la
demostración, en la que se ven dos extremidades a modo de sostén,
tal como los soportes de un puente.
El historiador Thomas Heath hace ver que los franceses también bautizan al teorema de Pitágoras con la denominación pons asinorum, aunque en este caso el cognomento es menos claro todavía.
La otra proposición es la proposición 20 del mismo primer libro. Ésta es aún más sencilla que la anterior, pues afirma que en todo triángulo cualquier lado es menor que la suma de los otros dos lados. Tal proposición viene a ser una de las formas en las que se dice que la menor distancia entre dos puntos es la recta que los une. Los epicureístas se burlaban de esta proposición: afirmaban que hasta un asno se daba cuenta de ella pues, colocado a cierta distancia de su alimento iba en línea recta hacia él y no por los dos lados de ningún triángulo.
Saville, un estudioso de la obra euclidiana, se sintió profundamente
irritado por la observación y comentó que los epicureístas
merecían compartir la paja con el asno. En realidad, el ejercicio de
la geometría implica un punto de vista estrictamente racional,
despojado de todo empirismo, en que ni lo fácil ni lo difícil
determinan qué se demuestra y qué no. Todavía algunos dicen que un
axioma es una verdad tan evidente por sí misma que no necesita
demostración; quienes esto afirman están profundamente equivocados.
Si estuvieran en lo cierto, los epicureístas hubieran podido tener
una dieta menos amarga que la recomendada por Saville.
(Si quieres oír la versión radiofónica de esta entrada lo puedes hacer por aquí. El enlace estará disponible hasta el 07/04/2012.)
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Evidentemente Euclides no usó la expresión "pons asinorum" para su Proposición I.5 (pues escribía en griego). ¿Quién la habrá utilizado por primera vez? O, al menos, ¿en qué época se le comenzó a llamar así?
ResponderEliminarBuena observación, José. He echado un vistazo por aquí y por allá y no consigo nada. Ya aparecerá... ¡Esperemos!
ResponderEliminarNo será más bien que los romanos posteriormente se les pareció la figura a un "puente" por donde pasaban los asnos? Pons assinorum es latín puro!
EliminarNo será más bien que los romanos posteriormente se les pareció la figura a un "puente" por donde pasaban los asnos? Pons assinorum es latín puro!
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