Pareciera que este blog hubiera abandonado el cine por este año: desde febrero no colocábamos nada y los amigos que nos visitan buscando cine posiblemente se sientan relegados, así que es hora de regresar por nuestros fueros en el séptimo arte. Nos sirve de pretexto para este regreso una excelente película chilena que, de paso, se enlaza con el penúltimo tema que tocamos: la vejez; tema que parece estar ganando un alto nivel de popularidad en la gran pantalla, en particular cuando se asume su relación con el sexo. El cine chileno aborda el sexo con delicadeza y excelente humor; nos lo han demostrado Sexo con amor y En la cama, dos cintas excelentes, divertidas y profundas. Pero Gloria, la película de 2012 del director Sebastián Lelio, con guión de él mismo y Gustavo Maza, incorpora al aspecto sexual el componente de la edad madura y confeccionan un producto que puede calificarse como orfebrería, logrando una joya que destaca en el panorama general del cine latinoamericano, pero que puede competir con productos provenientes de cualquier latitud o longitud.
Gloria (Paulina García) es una bella mujer de edad indefinida dentro del grupo que coloca 5 o 6 en la casilla izquierda del formulario. Se planta ante la vida armada de una sonrisa enigmática con una fuerte carga de seducción, que hace recordar a Milan Kundera cuando define tajantemente a la coquetería como una promesa de coito sin garantía. Divorciada, madre de dos hijos adultos (uno y una) con serios problemas sentimentales: él, en su relación de pareja; ella, en la relación paterno-filial pues no soporta a su progenitor. La vida de Gloria transcurre entre su rutina de oficina con la que se gana la vida, el cuido ocasional de su nieto y sus visitas frecuentes a lugares nocturnos, en los que fabrica casuales aventuras como intento siempre frustrado de llenar su hastío y soledad.
La entrada en escena de Rodolfo (Sergio Hernández) -divorciado sesentón dueño de "Vértigo Park", un parque de atracciones vertiginosas para adultos (paint ball y cosas así)- cambia la vida de Gloria por completo pues añade el amor a lo que hasta ahora había sido solo aventura. Sin embargo, no contaba con un serio obstáculo: la relación de Rodolfo con sus ya creciditas hijas y su ex-mujer no es todo lo madura e independiente que debiera ser.
Gloria es una película lírica, con una banda musical en la que se mezclan ritmos latinos y rock con piezas del repertorio clásico de forma absolutamente atinada y con unas actuaciones deslumbrantes por su naturalidad e intensidad. Alguna crítica ha calificado a Paulina García como la Merryl Streep latinoamericana y quien suscribe -admirador decidido de esta última- no cree que la comparación sea demasiado exagerada. El histrionismo, la profundidad, la frescura y el encanto del personaje incrementan notablemente la calidad de esta cinta, de por sí excelente. Es tan encantadora su actuación que queda uno con la sensación de que no hay manera de que el papel lo pudiera hacer otra persona; García recibió el Oso de Plata de Berlín por esta representación.
A diferencia de los personajes maduros o ya ancianos de La vida empieza hoy de Laura Mañá, Gloria no se plantea conflictos con su vida sexual; se sabe hermosa y seductora y no está dispuesta a perder ese potencial que mantiene intacto. En cierto sentido, su decisión es parecida a la de Inge, la protagonista de Nunca es tarde para amar de Andreas Dresen, pero Gloria asume dicha decisión desde su soledad e Inge desde una pura insatisfacción. Sin embargo, Gloria tendrá que comprender que la superación de la soledad pasa por una reflexión en la que ella debe ser su propia interlocutora. El final de la película es de una belleza conmovedora, aunque debo confesar que no lo entiendo del todo: pareciera sugerir que la superación de la soledad pasa por asumir cierto grado de ceguera.
Hermano; muchas gracias por darnos a conocer el lirismo cinematográfico y reivindicarnos con un arte que para hablar de amor y de sexo no precisa de decir groserías.
ResponderEliminarFredy González
Gracias por darnos a conocer la existencia de tal película. La voy a buscar en lo inmediato. La representación en el cine (o en algún otro medio) de las vidas que se adentran en su otoño son siempre interesantes para los que avanzamos en esa dirección (inevitable por lo demás). Queremos ver los ejemplos de vidas que siguen haciendo cosas constructivas para ellos y para los demás en esta etapa vital. En el amor, en la cultura, en la ciencia, en el convivir...Se trata de mostrar que la vida sigue siendo interesante y activa hasta sus últimos fulgores. En este sentido, ví una película (que seguramente vistes, Douglas) titulada The Quartet, que transcurre en una especie de residencia de ancianos y que me dejó una impresión optimista, al contrario de Amour, que más bien me pareció deprimente en extremo. Saludos, Douglas, y hasta luego.
ResponderEliminarAnónimo:
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. Lástima que no pusiste tu nombre... eso suele suceder con esta opción Anónimo. Sí, efectivamente vi "The quartet", dirigida por Dustin Hoffman y me pareció interesante aunque no una gran película. "Amor" de Haneke, en cambio, me pareció excelente a pesar de lo deprimente.
ibar varas. Gracias Douglas por ayudarnos a pensar que la belleza puede estar en una película, en la poesía, en la naturaleza, en la sonrisa de una mujer, en fin, y que tu pasión por el cine la descubre. Buscaré la película y te comentaré el resultado. Felicidades
ResponderEliminarHola mi querido Douglas. Gracias por este texto. Sobre el final poco comprendido, puede tener varias lecturas, la tuya es muy válida, sin embargo me pareció que bailar sola y sin anteojos permite al espectador ver ese encuentro tan íntimo del personaje, desde dentro y ya no querer buscar fuera algo que siempre estuvo allí y el satanizar la Soledad no te permite verlo.
ResponderEliminarGracias, querida, Yuly. Muy linda tu respuesta. Aparte de razonable.
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