martes, 27 de marzo de 2012

La vida empieza hoy, Laura Mañá

En la entrada anterior hablaba de longevidad. En ésta voy a hablar simple y llanamente de vejez. O de lo que le está permitido a la vejez... porque también ella está sujeta a institucionalización, es decir, a fijación de normas sociales de conducta... y como es costumbre la mayor parte de las veces, sin consultar a aquellos que van a ser normados.

Recuerdo de mis tiempos infanto-juveniles conversaciones a sotto voce refiriendo el reprobable hecho de que alguna señora de cierta edad quedara embarazada; la conversación deslizaba varias veces el adjetivo "sinvergüenza", y pronto entendí que el asunto iba más dirigido a las razones que produjeron el embarazo que al embarazo en sí mismo. Por supuesto, en aquella época (recojan mi cédula, por favor) no existía la diversidad de métodos anticonceptivos de que disfrutamos hoy en día. O, por lo menos, no había la posibilidad de publicitarlos tan abiertamente.

El párrafo, entonces, permite colegir una concepción -de la mujer, fundamentalmente, aunque más allá de cierta edad también se hacía reprobable para el hombre- según la cual la evidencia de la práctica sexual a cierta edad solo podía fruncir ceños en los testigos o risitas irónicas. Ya entrados un poco más allá de la adolescencia, los hijos comienzan a usar el apelativo de "viejos" para referirse a los progenitores y la carga conceptual del apelativo invoca sobre todo la incapacidad amatoria o, mejor aún, sensorial. La viudez o el divorcio empeoraban las cosas, sobre todo para la mujer pero no dejaba el hombre de sufrir la reprobación si sus años alcanzaban ciertas cifras.

Estos tiempos han traído una mejora del asunto, pero aún así permanecen instalados en buena medida los mensajes de represión. Hacia este punto en particular apunta la excelente película de Laura Mañá, La vida empieza hoy. Esta producción española cuenta con un reparto excepcional que honra su prestigio brindándonos unas actuaciones de primera. Me permito destacar (es mi gusto personal) al argentino Eduardo Blanco (El hijo de la novia, Conversaciones con mamá, Tapas) y a la inmejorable Pilar Bardem.

 La obra se estructura fundamentalmente en tono de comedia aunque, como suele suceder, el drama no está ausente de la misma; la combinación, sin embargo, no debilita la narración, más bien creo que la fortalece. El argumento es sencillo: un grupo de personas de la tercera edad (ganaron los eufemismos: ya no existen ni los viejos ni los ancianos) asisten a una clase de sexo, con una instructora algo madura pero menos provecta. La instructora les hace ver que la vida sexual no debe terminar a ninguna edad, pues el sexo es sensaciones y las sensaciones no desaparecen nunca.

Para lograr su despertar sexual, nuestros protagonistas deben hacer algunas tareas, unas sencillas, otras algo picantes, propuestas por su traviesa instructora. En el camino, como es previsible en una película que por fuerza debe tener un final feliz, los participantes del curso se van deslastrando de sus prejuicios y fantasmas en la búsqueda de la plenitud humana, tanto para ellos como para su entorno. La viuda termina de enterrar a su muerto; la madre reprimida por el amor filial manda al carajo los prejuicios de una hija que está aún más reprimida que ella; el viejo mujeriego en su juventud encuentra al fin una mujer contemporánea con él, dispuesta a compartirle la cama solo por placer; el casado a quien el abuelazgo le arrebató la mujer y la tranquilidad y logra recuperar ambas.

Todas son tramas principales, pero cada una tiene sus subtramas que refuerzan sólidamente el relato. Dirección impecable, actuaciones impecables, fotografía impecable, puesta en escena impecable. Pero sobre todo, los diálogos son sensacionales. Tanto las frases directas como los equívocos o juegos de palabras están adornados de una inteligencia especial. Es increíble que en el contexto de la película, ante la caída de un protagonista en la máquina de correr casera, signifique tanto una frase como "No estás acostumbrado a correr en tu casa. Aprenderás a hacerlo". En fin, una película recomendable para jóvenes y viejos; perdón... personas de la tercera edad.

3 comentarios:

  1. Excelente descripción de la película, es difícil agregar algo más.
    Para mí lo más significativo fue la reflexión sobre la sensualidad, las sensaciones, más que la sexualidad. ¿Hay algo más sensual que degustar un pastel de chocolate?¡
    Sí, degustarlo bien acompañada.

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  2. Gracias por el comentario, Yolanda. Yo siento que lo difícil en estas películas es mantener el equilibrio que impida caer en la chabacanería. Ésta lo logra con creces y tiene momentos poéticos realmente exquisitos.

    Estuve tratando de acordarme del nombre de una comedia (puertorriqueña o dominicana, no recuerdo) que también toca el tema con una delicadeza muy sutil. Si me llega, lo coloco.

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  3. Debo confesarle que cuando me toco la responsabilidad de realizar el cineforo de ésta película y al saber la temática, me preocupe un poco, inicialmente se lo atribuí al hecho de ser cristiano y tener que hablar de sexo en público; pero la realidad es que de sexo no se habla en público sin importar nuestras creencias, al menos eso nos ha enseñado la sociedad. En fin, me alegro de haber desestimado mis prejuicios y le confieso que disfruté de ésta película; somos seres sexuales y pensamos en ello más veces de las que nos atrevemos a confesar. Lastima que no pueda acompañarnos en la proyección. Saludos! Jesús Díaz

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