Una de las características más impactantes del habla del venezolano es la polisemia, la multiplicidad de significados para un mismo término. Por ejemplo, el vocablo “negro” en alusión al color de la piel, que ha sido objeto de una legislación algo absurda, puede usarse tanto con un sentido de insulto –ligado a sustantivos como “mono”, que ha adquirido valor de adjetivo– como con una significación cariñosa que toca incluso los límites de la ternura.
Otro ejemplo importante lo da la alusión al sexo femenino en su voz castiza, el coño, palabra que hace uso sonoro y expresivo de la letra más representativa del español: la “ñ”. Ligada específicamente al sexo de la progenitora, se convierte en una expresión que barre un abanico de significaciones que se mueven desde la afrenta hasta la admiración cariñosa.
Sin embargo, hay una palabra que –a pesar de los esfuerzos de trivialización por parte de la juventud actual– mantiene intacto su valor peyorativo: la palabra “marico”. Esta palabra llega a usarse como argumento ad hominem absolutamente descalificatorio; aplicarla a un adversario es una manera eficaz que tiene el venezolano para terminar discusiones.
En una entrevista una actriz confesó que –por sus maneras de actuar en la niñez– su padre llegó a decirle que ella era el hijo varón que nunca tuvo. Es evidente que la situación contraria jamás se daría en nuestra sociedad: ningún padre admitiría que un hijo varón fue la niña que jamás tuvo.
El venezolano tolera muy poco la androginia, pero la forma de ésta que parece causarle mayor choque emocional es el travestismo. Esta tendencia es altamente perseguida y con frecuencia algunos de sus practicantes aparecen en las páginas rojas de los periódicos bien como víctimas o como victimarios, en este último caso por abundantes situaciones de defensa propia.
En este marco de machismo y violencia extrema aparece la película venezolana Cheila, una casa pa' Maíta del director Eduardo Barberena. De su propia página web extraemos la siguiente sinopsis: “Cheila regresa de Canadá a pasar navidades en la hermosa casa que pudo regalarle a su madre con todo su esfuerzo. Trae consigo una gran noticia: por fin hará realidad su sueño de cambiar de sexo y ser “una mujer total”. Poco falta para operarse, pero requiere del apoyo de su familia.
Tras ver a la otrora hermosa “quinta” en completo deterioro y ocupada por un caótico tropel de hermanos, cuñadas y sobrinos, a Cheila se le develarán duras verdades que la harán replantearse la relación consigo misma y con su familia, al descubrir la mayor pobreza de la que adolecen: el desamor, la intolerancia y la mezquindad.”
Hay algo que se agradece profundamente en esta película: la falta de maniqueísmo . Basada en un sólido guión de Elio Palencia, la película aborda el tema con respeto y equilibrio. El papel principal corresponde a Endry Cardeño, verdadero transexual quien ganó el premio a la mejor actriz en el Festival de Mérida, donde la película recibió los más importantes galardones.
Fue mejor película. Violeta Alemán se llevó el premio a la mejor actriz de reparto por su interpretación de Maíta, una madre intransigente en sus amores, sus odios y sus propias contradicciones. Elio Palencia ganó el premio al mejor guión a partir de una la adaptación al cine de su propia obra teatral “La quinta Dayana”. Eduardo Barberena recibió el premio al mejor director.
Excelente análisis, y excelente blog, sigue con el mismo esfuerzo y dedicación y el éxito es solo una cuestión de tiempo.
ResponderEliminar¡Gracias Miguel por tu amable comentario! Lo importante es trabajar. Picasso decía: "Si la inspiración llega que me encuentre trabajando".
ResponderEliminarEn general la película entretiene, pero se queda corta porque aborda demasiados temas a la vez y no concluye ninguno... En todo caso, excelente post el suyo.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
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