Cine-mática (así, con el guion separador) es un título que se compone de dos intenciones que animan mi espíritu: por un lado, el gusto por el cine; por el otro, el disfrute de la matemática que, en años recientes, se ha orientado hacia su historia. Pudiera separarlas pero tienen sus puntos de enlace que me gustaría explorar en algún momento, sin tener que dar explicaciones adicionales. En todo caso, con ellas no corro riesgo de ser acusado de bigamia si las disfruto simultáneamente.
Cuando
yo era chamo, en un San Felipe muy tranquilo de mi tranquilo y casi bucólico estado Yaracuy (bastante distintos a los
actuales, por cierto) había en la sexta avenida con calle 11 un cine
llamado Tropical, que tenía techo hasta la mitad de la sala y la
pantalla estaba al aire libre. Recuerdo que al proyeccionista del Tropical lo llamaban con un sobrenombre: Capirulo.
Una de las
características del Tropical era que pasaba las películas más viejas
que llegaban a la ciudad, lo que hacía que las cintas tuvieran algo
dañadas las ranuras de transporte, por lo que la cremallera del
proyector algunas veces trababa la película que -al estar en contacto
con la lámpara de proyección- se quemaba, lo cual era perfectamente
visible en la pantalla.
Lo cierto era que cada uno de estos
accidentes se los cobraba el público a Capirulo, haciendo especial
énfasis en el recordatorio de su progenitora. Éste, que ya conocía a
todos los asistentes al cine, solía identificar a sus agresores verbales
y, desde arriba en su cuartucho de proyección, profería, a su vez,
amenazas con nombre y apellido, lo que traía como consecuencia que los
nombrados salieran casi al presentir la aparición de la palabra FIN o la
frase THE END en la pantalla.
Todo, todo... muy a lo Cinema Paradiso.
Y si llegaron hasta aquí con la lectura, sin fastidiarse, les comunico
que recientemente, nada más y nada menos que en Box Cinema, del Centro Comercial
Babilon en Barquisimeto me sucedió esta imposible experiencia
viendo justamente Lo imposible, la película sobre el tsunami tailandés
de 2004, protagonizada magistralmente por Naomi Watts.
Fue
toda una sorpresa ver la película detenida y la inconfundible imagen en
pantalla de la cinta fundida por el intenso calor de la lámpara del
proyector... y de repente: la obscuridad total de la sala. Volví muchos
años atrás y casi por reflejo que grito: "Capirulo... c. de tu m."... No
creo que el proyeccionista de esta sala de Box Cinema se sepa mi
nombre.
La película
Es poco lo que puedo decir. Lo imposible es una película de desastres... con todos los ingredientes de una película de desastres: la fortaleza de algunos seres humanos; las debilidades, flaquezas y miserias de otros y, al final, la enseñanza moral que nos hace creer en el futuro. Ésta no abandona ese molde. Destacan, eso sí, la actuación de Naomi Watts, inmensa -al punto que opaca totalmente a Ewan McGregor- y los impresionantes efectos especiales, que son la carta de Hollywood para apostar al atractivo de las carteleras.