sábado, 30 de noviembre de 2019

BOECIO Y EL SISTEMA POSICIONAL

(Píldora de ciencia)


 En el año 480 d.C. nace en Roma Anicio Manlio Severino Boecio, conocido simplemente como Boecio. Entre muchas otras cosas, este hombre de trágico destino, pasaría a la historia de la humanidad como el autor del libro de matemática de mayor vigencia continua: su influencia abarcaría mil años, antes de ser sustituido por novedosas visiones de la materia. Tal libro se llamó De Institutione Arithmeticae y resultaba ser una traducción al latín –libre y extendida– de un texto anterior escrito por el pitagórico Nicómaco.

 En el año 1503, el sacerdote cartujo Gregorius Reisch escribió una enciclopedia a la que denominó Margarita Philosophica, con grabados de madera entre sus páginas. Uno de estos grabados –quizás el más famoso de ellos– representa una escena en la que Boecio compite con Pitágoras en la elaboración de un cálculo aritmético. Lo que hace interesante la ilustración es que cada sabio usa una herramienta de cálculo distinta: Pitágoras se esfuerza con el tradicional ábaco, mientras que Boecio lo hace escribiendo sobre una superficie números arábigos con notación posicional.

El grabado muestra el contraste entre la satisfacción de Boecio y el apuro de Pitágoras, lo que describe el mayor poder de cálculo del instrumento del que dispone el romano. En el centro del cuadro, una virgen que representa a la aritmética es testigo de la desigual contienda: en su muslo izquierdo vemos las tres primeras potencias de dos, en el derecho las correspondientes a tres.

La ilustración de Margarita Philosophica es anacrónica de diversas maneras. Por una lado, la competencia maestro–discípulo olvida una diferencia de alrededor de diez siglos entre ambos personajes. No contento con eso, el dibujo pasa por alto que los números indoarábigos comenzaron a usarse en la Europa occidental casi setecientos años después de la muerte de Boecio. De manera que, era del todo improbable que el filósofo estuviera por encima de la poderosa tradición europea, que mantuvo la supremacía de los números romanos durante el primer milenio de nuestra era. Los manuscritos originales de De Institutione Arithmeticae, estaba escritos en números romanos. Las primeras copias impresas que tenemos de este trabajo están, por supuesto, escritas en números arábigos, pero no olvidemos que la imprenta en un invento del siglo XV.

De Institutione Arithmeticae no está redactado en el estilo que quisiera leer un matemático moderno. Pero usar esto como un juicio contra el libro o su autor es olvidar que no estaba pensado para éstos, sino que es un libro propio de su tiempo: un libro escrito en atención a las expectativas de los lectores a quienes iba dirigido y que apuntaba más a la satisfacción espiritual que a una necesidad técnica. No obstante, reconocemos en él, como muestra de nuestra indudable herencia pitagórica, conceptos que, aún cuando hoy los podamos expresar de maneras más simples, siguen siendo los mismos que nos dejaron los grandes maestros de la antigüedad griega.

En la edad media la aritmética era la reina del quadrivium, completado con la música, la geometría y la astronomía. Durante mil años, esta reina vistió las galas que le confeccionó Boecio.